Reflexionaba los otros días sobre la matemática y como esta se entremezcla prácticamente con todo cuanto nos rodea, lo percibamos o no. No me estoy refiriendo con esto al pensamiento místico comúnmente asociado con ideologías de la nueva era (New Age), si no con aquellas cosas cotidianas que experimentamos diariamente y que sin embargo son tan bien definidas y creadas, que sorprendentemente no se equivocan. Ya sea un reloj, el pasar del agua en el río, las hojas de los árboles, incluso nuestra misma voz, todo puede ser calculado matemáticamente o bien, tiene su respaldo matemático.
¿Por qué? Pues sencillamente porque todo está basado y fundamentado en unas leyes específicas creadas específicamente para beneficio del hombre y para que este pudiera entender al menos una minúscula parte del Universo en el cual vive. Ciertamente sabemos que el hombre ha ido haciendo importantes adelantos en las distintas ramas de la filosofía (ciencias naturales, ciencias sociales, historia, etc…), y que esto ha sido fundamental en su progreso y desarrollo como entidad pensante y razonante.
Tomando como ejemplo el caso de la voz, sabemos que esta se compone de ondas, las cuales ocupan unos respectivos registros, y que así como se canta, también muchas personas se puede decir que “hablan cantando”, ya que si se toma la base melódica del fraseo de una simple conversación y se lleva a un instrumento musical se pueden escribir como notas y símbolos en un pentagrama con sus respectivas características. Por ejemplo sabemos que las notas tienen sus respetivas vibraciones sonoras.
Por ejemplo, sabemos que un “La” tiene alrededor de 440 vibraciones o Hertz, el cual en comparación con un “Do central” que tiene alrededor de 261.626 Hz aproximadamente es un tanto mayor. Por tanto, si en ocasiones hablamos “cantadito”, y llevamos esa melodía a un instrumento y sacamos las notas de ésta, obviamente obtendremos los Hz de cada una de ellas, redondeando así el pensamiento de que aún hasta lo que hablamos queda reducido números.
Ciertamente no estoy siendo simplista con esto, todo lo contrario. Sabemos que fuimos creados por Dios y que él tomó en cuenta aún hasta el mínimo detalle. ¡Hasta los números que componen cada letra de nuestro idioma, hablemos el que hablemos! Del mismo modo sucede con las bocinas de los automóviles, el pasar del viento entre los árboles, el sonar de un aro de un canasto de baloncesto al entrar o salir el balón, todo son tonos, los cuáles son vibraciones que a su vez se traducen en ondas cada una con su afinación o “pitch” particular.
Aunque parezca increíble, hasta se puede decir que los astros (planetas, estrellas, cometas, etc…) cantan o alaban a Dios. Tomando como ejemplo el Sol, se ha descubierto que hay ondas que rebotan entre la atmósfera de éste y el espacio “extrasolar” que lo rodea, creado así una “sinfonía solar”, la cual se cree que poseen también todos los demás componentes del Universo en mayor o menor escala. Los seres humanos somos capaces de crear sonidos entre ls 20 y los 20,000 Hz, éstas vibraciones o “canciones” del Sol pueden ser del orden de mHz (mili-hertz) la cuál es la 1/2000 parte de un Hz.
No de balde David nos declara en el Salmo 19, que los “cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”. Si éstos objetos “muertos” (en comparación con la vida humana), alaban a Dios, ¿no creen que deberíamos nosotros alabarle aún más?
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