Siempre es fascinante escuchar hablar sobre los “agujeros negros”. Ya sea por la pluralidad de la palabra o por la inquietud que produce en el ser que la escucha, siempre es como un misterio, un tesoro esperando por ser descubierto.
Algo que es cierto sobre los agujeros negros es que son estrellas en el sentido más puro de la palabra, las cuales ya están quedando prácticamente sin gasolina, y comienzan a enfrentar la consabida crisis redactada ya por Hawking. La estrella tendrá que comenzar a quemar otros elementos en decaimiento, intentando desesperadamente prolongar así si existencia, o bien, tendrá que someterse al colapso inevitable de su propia masa.
Esta gran cantidad al colapsar es tan poderosa que atrae todo el peso y contenido de la estrella “agonizante” hacia ella misma, llegando al punto crucial en el que ni siquiera la luz puede escapar ante tan poderosísimo poder de atracción. Si un objeto llegara a caer en el agujero negro este desaparecería teóricamente, pero la realidad es que al caer en el horizonte de eventos aún permanecería visible al menos para un observador externo que no fuera influenciado por las perturbaciones del mismo.
Una vez que la estrella está en pleno proceso de colapso, es tanta la cantidad de materia y energía que eventualmente la estrella terminará rindiéndose y colapsará en sí misma. Poco a poco la materia irá colapsando llegando a formar lo que se conoce como una singularidad, en la cuál será tanta la cantidad de masa y energía en tan reducido espacio tangible, que no hay otra manera de explicar el comportamiento de las leyes de la física en tal puntito del Universo.
Como Salvador nos dice en su blog: “Esta singularidad se halla rodeada de una superficie llamada horizonte de sucesos, cuya magnitud depende de la masa del agujero negro( esta superficie cubre la singularidad evitando lo que Penrose-Hawking llamaban singularidad desnuda). Jacob D. Bekenstein halló que la entropía ( medida del desorden que se mide como el logaritmo del número de estados posibles del sistema y cuantifica su capacidad de portar información) de un agujero negro era proporcional al área de su horizonte, no a su volumen ( Stephen W. Hawking desarrolló la fórmula precisa). Incluso el mismo Hawking también predijo que la “información” que hubiera caído en el interior de un agujero negro sería de todos modos devuelta hacia afuera de éste, acabando así con la conjetura de que toda “cosa” que entrara en un agujero negro puede “darse por muerta”, dando así origen a la conocida entropía cuántica de Hawking.
Es interesante nota que aunque ciertamente la conservación de energía o materia (E=mc^2) es visible en estos casos particulares o singularidades, lo que está sobre todo es la mano de Dios. No son singularidades, no son elementos inexplicables donde se deben hacer excepciones a las leyes de la física, no son lugares donde se aceptan unos postulados y se descartan otros, son simples pero maravillosamente, parte de la creación de Dios. Obvio que no lo entenderemos todo, y no me refiero con esto a los consabidos “gaps en la ciencia”, si no a estos fenómenos donde no hay “gap” que valga. Simplemente son así porque así los creó Dios, para que nos recreemos en ellos y para que sobre todas las cosas recordemos que él es el Supremo creador de todo, aunque siempre exista una minoría que se empecine en negar lo innegable y defender lo indefendible.
No se pierde absolutamente nada de lo que cae, todo sale a la luz y es iluminado por Aquél que lo sabe todo, aún lo que entra y sale de un agujero negro cuando la ciencia creía y porfiaba que estaba perdido para siempre…
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